Danzar, una metodología para recuperar la propia historia. Entrevista a Adriana Baigorria.

Por Graciela Gibbon. Arte Andrés Jorgensen

Nutram es la última coreografía de la Directora Adriana Baigorra, interpretada por su elenco Ayehuén. Graciela Gibbon ingresa en el mundo de esta obra a través de un recorrido artesanal por la vida de su autora, observando su identidad en movimiento,  la búsqueda de un apellido que se escurre, las señales y los enigmas de un pasado originario.

Necesidad de Contar...


¿Nos decís quién es Adriana Baigorria?

 Bueno Mari Mari kom pu che, Mari Mari pu lamngen, inche ta Adriana Baigorria pinguen, Eskel warria Mapu mew (buen día gente de la tierra, buen día hermanos, soy Adriana Baigorria, de la ciudad de Esquel) , inche ta Ñuque Dorá Segovia Eskel  warria,  (mi madre Dora Segovia de la ciudad de Esquel) inche ta Chao Mario Baigorria José de San Martin Mapu (mi padre Mario Baigorria  de José de San Martin).


¿Cómo fue tu infancia, y el vínculo con de tus padres?


Ellos se conocen en una escuela secundaria en Esquel, una vez casados se van a trabajar a Alto Río Mayo, ahí aparezco y llego a sus vidas. Con el tiempo nos vamos a Cushamen, donde transito la mayor parte de mi infancia, me crie ahí conviviendo con mis hermanos de sangre, los mapuches de Cushamen, y compartiendo camarucos y ceremonias, desde chica viví todo eso, y vuelvo a repetir, de forma inconsciente, sin saber por qué había ido ahí, yo creo que los Ñen, nuestros antepasados, se ocupan de que transitemos los caminos necesarios para despertar a nuestra identidad.

 Con los años mi papá se va a Corcovado, yo tenía 11 años, y en el camino siempre veía una montaña que me llamaba, me preguntaba ¿Qué habría ahí?, ¿Qué habrá en ese lugar? Era como un imán, yo sentía que tenía que ir en algún momento de mi vida,  con los años supe que era el lago Rosario.

“Me construí desde un lugar y me pude ir parando desde otro. Entonces, como mujer y como mapuche siento una fuerza, un Nehuén muy fuerte, el que recibí, el que me sostiene”


¿Y luego, probaste la Ciudad?


 Allí las cosas fueron muy intensas, para mí fue un antes y un después, esto de descubrir la vida en la ciudad, auto valorarte, saber que podés, valorar también tu lugar, tu familia, es un golpe fuerte, un crecer de golpe, pero maravilloso, tuve además la bendición de ir en el 83, plena apertura democrática, así que no te puedo explicar, la militancia política, la apertura de la militancia en las facultades. Descubro casi accidentalmente la escuela de danzas folclóricas y tradicionales, bombo y zapateo “José Hernández” y decido inscribirme, y pude hacerla en forma paralela al profesorado, y la carrera en ciencias de la educación, en la Universidad de La Plata.


Luego regresé a Chubut, en mi último año de facultad, y decidí trabajar unos meses y después ver como continuar, si volver a la gran ciudad o no.  Así es como tomé un cargo de docente en Cholila. Cuando llegué a esa escuela pequeñísima, era solo la dirección, los grados a cargo, y un solo personal operativo así que cocinábamos y limpiábamos  entre todos, ahí tengo nuevamente un acercamiento con la gente del lugar. La experiencia docente me marca y decido quedarme por estos lares, allí recorro varias escuelas de la zona hasta que finalmente llego a Lago Rosario, a esa loma que tanto me atraía de niña.


Lago Rosario y doña Mercedes.


¿Cómo empezas a encontrarte con esas señales, y como las vas desmarañando?

Ahí en Lago Rosario me sucedió un hecho muy fuerte, porque me encuentro con doña Mercedes, una machi del lugar. Cuando la veo, comienza a hablarme en Mapuzungún, y se emociona, y yo me emociono con ella, me pasa algo por las entrañas, me hablaba, me abrazaba, me tocaba las manos, y me dice: “te estaba esperando”, y a partir de ahí empezó con ella una relación de ida y vuelta todo el tiempo.




Sus orígenes:


-¿De qué manera se manifiesta  esa revelación sobre tus orígenes? 


Y bueno, a partir de ahí empieza otro tránsito, entre viendo, escuchando, hablando con las ñañas, hablando con los ancianos. Empieza de a poco a bajar el espíritu,  a conocer la historia y a preocuparme y ocuparme por mi historia. Porque el golpe final, me lo da una machi del otro lado de la frontera, llamada Misharay; un día me dice, tengo que hablar con usted. Así que por la mañana temprano me va a hacer un pelotum. Pelotum es un análisis que te hacen con la orina al sol. Cuando ella me empieza a relatar la historia de mi vida, de lo que yo conozco, me va llevando, y me dice, usted tiene una historia muy larga del otro lado,  usted tiene que ocuparse de saber quién es. Porque estas cosas que le pasan a usted, es porque sus ancestros la están buscando. Usted no llegó porque sí a la Pu lof. Usted llegó porque ahí la esperaban sus ancestros, ahora esta parte del camino la tiene que hacer usted. Desde ahí comenzamos con mi hermana, a hablar con mi papá, que nunca dijo que era mapuche. En realidad, somos Ranqueles, más del norte. Bueno, nos encontramos en esta reconstrucción, sabemos al día de hoy es que venimos de la línea de Baigorrita, que, fue brutalmente asesinado. Sabemos lo que es no tener nuestro apellido, el peso que tiene. Y aunque, no sé cuál es mi apellido,  sí sé quién soy. Y de dónde vengo, y eso me sostiene.

“En una lucha permanente donde va ganado la mapuche”


-¿Y qué te pasó? Porque vos venías construyendo una historia, digamos, eras docente, eras reconocida acá, en la zona siendo la directora, ayudando a tus padres en el ballet, y de pronto, ante esa verdad revelada, tu identidad, ¿qué te pasó con ella?

 Siempre me pasaron cosas inconscientes, y fue a partir de estar en la Pulof, que empecé a militar mi identidad con mucha convicción y con mucha fuerza. No había justicia con respecto al pueblo mapuche y al pueblo tehuelche. Socialmente me toca ocupar espacios que me permiten pararme de otra forma, decir y contar verdades.


¿Crees que esta lucha tiene dos frentes, una por ser Mapuche y otra por Mujer?


 – “Sí, sí, pero mirá, vos sabés que en el pueblo Mapuche la mujer ocupa un lugar muy, muy importante. Es como al revés, digamos, si bien somos todos importantes en la comunidad, la mujer es muy respetada en la comunidad Mapuche. Entonces ahí también el valor que se me dio dentro de las comunidades fue muy fuerte para mí.

– “Me construí desde un lugar y me pude ir parando desde otro. Entonces, como mujer y como mapuche siento una fuerza, un Nehuen muy fuerte, el que recibí, el que me sostiene. Como Mapuche es como que me siento respaldada por mis lamienes, por mis hermanos y además me siento de igual a igual. Mi ser mujer Mapuche, Rankulche, Rankel. No ha sido fácil y estamos permanentemente en esa dualidad: que estoy criada y formada por escuelas en la ciudad con toda la colonización que hemos sufrido mental y espiritualmente, y es una lucha permanente descolonizar para poder reconstruir esto.  Tampoco con un ánimo ni de guerra, ni de lucha, ni de nada, porque a veces la gente cuando vos decís, yo soy Mapuche, ¡ay, ¡qué bonitos tus aros! ¡Ay, tejés! ¡Ay, construís! ¡Es re lindo! Ahora, cuando vos hablas de recuperar territorio, se ponen en ¡Panico! Yo soy parte de todo el territorio.  Soy más como una piedra, un arroyo, una plantita, y desde ese concepto de recuperar el territorio, recuperarlo que no la dañen más, recuperarlo y cuidarla para que no corten árboles, no exploten los proyecto de megaminería, que no nos quiten las nacientes del río Chubut,  esa recuperación, es un concepto colectivo.







“Nutran : Yo cuento mi historia bailando la palabra”.


-¿Y ahí aparece Nutram?


Nutram, en realidad, es contar historias. Para ponerle ese nombre a la obra, lo consulté con las ñañas, todo lo que hago lo consulto con mis mayores. A veces directamente y a veces pido peuma, pido sueño para que me digan si tengo que hacerlo. La entiendo como una forma de lucha y como mi palabra es la danza, es el decir palabras con el cuerpo, me dije: voy a bailar mi historia.


Lo hablé con mis alumnos, tengo unos alumnos maravillosos porque realmente logran interpretar mi identidad y que presten su ser para que eso salga a la luz de esa forma. Y sí, ellos la viven. Entonces, doblemente agradecida con eso.”

Y allí veo que esa mujer que se fue desarmando, fragmentando en su relato de vida, de a poco se rearma, en cada palabra se reafirma su ser y se acrecienta. Allí estamos sentadas en esa sala de la biblioteca pedagógica rodeada de libros que nos cuentan historias, relatos, teorías. Allí la historia, la obra de Adriana es una más.


– La obra empieza con una niña naciendo, y aparecen las ancestras. Desde los cuatro puntos cardinales trabajamos sobre el número cuatro, que es el número sagrado. Me encantó la propuesta en Instituto de Educación Superior 818, porque también me sentí como muy querida, muy respetada, muy valorada. Porque que surja de los estudiantes la idea de escenificar las cuatro caras del cultrún, para mí fue muy intenso. Porque yo les facilité la obra para que la leyeran. Y ellos me propusieron, y así se va colectivizando la obra.  Les conté que el cultrún era la mitad de nuestras dimensiones, la dimensión sobre la que vivimos. Hay dimensiones para abajo y hay dimensiones para arriba. Y está cortada en cuatro porque el número cuatro es los cuatro puntos cardinales, cuatro son las estaciones del año.


¿De qué manera se entretejen, biografía, arte, danza?


– “La obra cuenta eso, o sea, el nacimiento mío, las ancestras que llegan a decir, despertá, vos sos esto, una pone el trarilonco, el vestido. La otra le enseña a tejer, y se termina tejiendo en un telar, lo que sería mi historia, ¿no? Hasta ahí vamos con la parte ancestral, lo más, digamos, originario. Y después va relatando de a poco, digamos, esta lucha que fue toda mi vida, porque toda mi vida yo sentí esa ligazón con la tierra, entonces la historia transita a eso. Es la historia de mi lucha, de cómo fui creciendo en esta lucha, la que después se transforma en una lucha colectiva de Esquel por el emprendimiento de la mina y demás, y bueno, pero traté de contar esta historia en tránsito , porque estoy reconstruyéndome en plena reconstrucción.”




Sí sé quién soy, tengo afirmada mi identidad


¿Qué se proyecta en el horizonte ahora?


-Y para mí viene, bueno, seguir reconstruyéndome esto que quiero, espero poder recuperar antes de irme al Wenumapu, mi apellido. Creo en reafirmar, en reconstruir, en aprender, en respetar y casualmente en función de eso hemos, ahora en Esquel, conformado una lof, una comunidad mapuche, como una comunidad y nan kumerupu se llama, quiere decir siguiendo el buen camino, pero la idea es presentarnos socialmente a la brevedad y acompañar en primer lugar a nuestras lamienes que están trabajando en EIB, que necesitan del acompañamiento de una comunidad y de la legitimación de una comunidad.  Nuestro sueño es tener una ruca, un lugar donde puedan venir nuestros lamines del campo que a veces necesitan venir al hospital o necesitan venir a trámites, no tienen familiares,  donde podamos reunirnos,  contar nuestras historias. Porque nosotros también estamos aprendiendo, nuestros ancianos están, a través nuestro volviendo a reconstruirse también, porque durante muchos años tuvieron que negar su historia, ellos también son parte de una reconstrucción y un levantarse,  apostamos a eso. Nosotros, entre otros proyectos que tenemos con la comunidad, con la Inán Kumerupu, es hacer un pedido de ordenanza de declaración y de trabajar en un municipio intercultural. Es uno de nuestros claros objetivos. A que se acerquen, no somos ni monstruos ni nada raro, somos mapuches, somos Ranqueles, somos gente de la tierra.

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