La Marcha del Orgullo: ¿festejo popular?, ¿acto de lucha?, ¿o ambas?
Por. Barrera, Jazmin; Pino, Evelyn; Trafipan, Rebeca A.
Fotografía: Agus Ripoll
¿Cómo se reconstruyen los escenarios del espacio público, ante las ideas recurrentes de “normalizar” la calle, las diversidades y cualquier expresión de otredad que no represente valores dominantes? Las autoras repiensan el rol de esa apuesta que es la Marcha del Orgullo en clave política, en un marco complejo, y los aportes del rol de la gestión cultural en la construcción y revalorización de espacios múltiples y de creación.
Un encuentro en una institución Pública.
El día 8 de noviembre del año 2023, en el Instituto de Educación Superior n° 818 de Esquel, el Sr. Amilcar Infante, trabajador del INADI y miembro fundador de la Mesa Cordillerana de Diversidad Sexual, desarrolló una charla sobre La Marcha del Orgullo. Fue organizada por la Asignatura “Festejos Populares y Cultural Rural” de la Tecnicatura en Gestión Cultural y participaron alrededor de veinte personas: estudiantes, docentes y habitantes de la zona que gracias a la difusión de la actividad, se acercaron al Instituto.
La exposición ahondó en los derechos que el colectivo LGTTTBQI+ ha conseguido, en los que aún sigue exigiendo y en aspectos relacionados con la visibilización de problemáticas que en otro tiempo se mantenían ocultas. Valga como ejemplo, la situación de personas intersexuales, que permanecieron la mayor de las veces en el anonimato y hoy es puesto en discusión.
“La Marcha se transforma en una forma una producción artística-política que resignifica, resemantiza los modos negativos y denigrantes con los que se identifica a la persona que no “encaja” en los parámetros de “normalidad” y “legitimidad” impuesta en la sociedad”.
Además de los valiosos aportes históricos, el encuentro permitió analizar y reflexionar sobre una problemática cada vez más perceptible que, a pesar de los logrados alcanzados, persiste atravesada por la discriminación, la violencia y lecturas estereotipadas sobre las disidencias sexuales. Ese momento fue una instancia muy propicia para tomar conciencia de los desafíos que enfrenta la comunidad LGTTTBQI+ y para reconocer los avances legales y sociales conquistados.
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Fotografía de la primera Marcha del Orgullo en Buenos Aires, 1982. |
La charla destacó la persistencia de la homofobia, transfobia y otras formas de discriminación basadas en la orientación sexual y la identidad de género en diversas sociedades de todo el mundo. Asumir su existencia implicó reconocer estas realidades como obstáculos para el pleno desarrollo y bienestar de las personas del colectivo. A su vez, se destacó la importancia de no abandonar los esfuerzos para lograr la igualdad plena, superar la discriminación laboral y la violencia basada en la orientación sexual e identidad de género.
La Marcha del Orgullo como festejo contrahegemónico y acto de lucha
La Marcha es, sin duda, una estrategia política de visibilización que irrumpe en el espacio público una vez al año, para que los reclamos y denuncias del colectivo se hagan presentes en las agendas de organizaciones e instituciones del Estado.
La Marcha se transforma en una forma una producción artística-política que resignifica, resemantiza los modos negativos y denigrantes con los que se identifica a la persona que no “encaja” en los parámetros de “normalidad” y “legitimidad” impuesta en la sociedad.
Este evento les restituye politicidad, ya que hace visible la existencia de la diferencia, hace ver y hace saber la ausencia de inclusión de un nosotros a un otro implicado. La Marcha pone de manifiesto aquellos cuerpos silenciados por una vinculación autoritaria con la enfermedad, la patología y la anormalidad.
Que esta manifestación sea pública posee un carácter contrahegemónico. Conviene aquí, antes de desarrollar este concepto, definir o aproximarnos en primer lugar, la idea de hegemonía. Antonio Gramsci (2004) al reformularlo con el afán de explicar los procesos de subordinación social, sostiene que las clases dominantes construyen su supremacía controlando no solamente de modo coercitivo a las clases subalternas. También, complementaria y continuamente, lo hacen a través de la imposición consensuada de un conjunto de significados, percepciones, explicaciones, valores y creencias que serán percibidos por ésta como deseables. La clase dominante, por su parte, admite ciertas perspectivas de las clases subalternas resignificándolas a su favor. Este trabajo permanente se logra de un modo destacado, a través de los procesos culturales. Sin embargo, donde hay poder también existe resistencia, de forma tal que se producen espacios donde los grupos subordinados desarrollan prácticas que no siempre responden los intereses dominantes, ni son funcionales al sistema de producción social y económico.
Este es el lugar donde ubicar a la Marcha del Orgullo porque trata de visibilizar la lucha incansable contra los abusos que viven en su cotidianeidad, las disidencias sexuales. Mediante ella reclaman espacios, derechos ciudadanos y la eliminación de la violencia y discriminación que sufren permanentemente.
La Marcha hace propia la política de hacer ver el movimiento LGTTTBQI+, buscando el reconocimiento de quienes lo integran como como sujetos plenos de derechos.
El desafío es lograr la igualdad jurídica y a la vez, que esa igualdad sea real, lo cual implica garantizar cotidianamente ámbitos laborales, recreativos y educativos inclusivos, promoviendo el respeto de la diversidad sexual y de género. Ella se revela como uno de los escenarios principales de esta lucha, donde se forjan consensos que conducen a la aceptación del colectivo.
La Marcha al proponer la diversidad sexual como un valor a respetar asume, conscientemente o no, la relevancia del interculturalismo y multiculturalismo. En este contexto, abrazar al otro diferente se convierte en un acto de reconocimiento y aceptación de las diferencias de los demás y las propias. Es un llamado a iniciar un proceso de deconstrucción personal y social.
La deconstrucción implica desentrañar los lineamientos absorbidos a lo largo de la vida, sin beneficio de inventario; esos mandatos que han sido inculcados por la familia, la sociedad y la rutina diaria. De hacerlo, se logra no solo visualizar con mayor claridad los reclamos del colectivo LGTTTBQI+, sino también el reconocimiento propio como sujetos de derecho, merecedores de igualdad y respeto.
Este proceso de deconstrucción tiene una conexión propia con el concepto de contrahegemonía. Supone el esfuerzo por liberarse de la idea tan arraigada que promulga que solo existen dos formas de ser: varón o mujer. Implica desmantelar conscientemente esta estructura de pensamiento, abrir el espacio para nuevas maneras de entender, sentir y expresar la identidad subjetiva y colectiva. Realizarlo contribuirá a romper con los prejuicios arraigados y abandonar la práctica autoritaria de criminalizar la orientación sexual.
Ahora bien, la Marcha del Orgullo ¿es una fiesta? es ¿un acto de lucha? o ¿son ambas?
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Colombres (2012) afirma que la fiesta es un tiempo especial que se diferencia de un día cotidiano, donde cobran vigencia las pautas de la cultura local, en este caso, la del Colectivo LGTTTBQI+.
La Marcha, entonces se torna en una fiesta donde todo está permitido porque cada uno puede ser lo que la sociedad no quiere que sea. La marcha se vuelve fiesta porque refuerza el sentido de denuncia celebratoria, donde la risa y la alegría cobra significancia y se vuelve un arma contra lo establecido.
Ella puede ser concebida como un evento que da cuenta de la apropiación desigual de los bienes económicos y culturales por parte de sus participantes (García Canclini, 1997).
Es un intento de los sectores subalternos, específicamente de la comunidad LGTTTBIQ+, de reclamar espacios económicos y culturales que históricamente le han sido negados por el camino de la discriminación. La lucha por la igualdad de derechos y por la visibilidad se presenta como una forma de resistencia que desafía la apropiación desigual de recursos materiales y simbólicos. Este contexto da cuenta de una dinámica tensional entre los sectores hegemónicos y los subalternos.
“En tanto festejo popular, tal como sucede en el Carnaval, la Marcha del Orgullo propone por un momento, una transgresión de las normas sociales establecidas. Establece un tiempo especial diferenciado del cotidiano"
La sociedad, liderada por concepciones heteronormativas, ubica a la comunidad LGTTTBQ+ en una posición subalterna en términos de aceptación y reconocimiento. Por su parte el Colectivo desafía esta hegemonía reclamado su lugar en el espacio público y la igualdad de derechos y de representatividad.
La Marcha del Orgullo no se limita a la reivindicación de derechos civiles puntuales, busca cambiar las percepciones culturales y sociales sobre la diversidad de identidades y orientaciones sexuales, proponiendo un mensaje de aceptación y respeto.
La singularidad de la Marcha del Orgullo expresa su carácter festivo irrumpiendo en el espacio público marcando un tiempo especial que transgrede las normas culturales cotidianas (Colombres: 2012). Es una fiesta que celebra la diversidad de identidades sexuales y de género. Allí las normas culturales cotidianas pueden transgredirse, desafiando la normatividad heterosexual y cisgénero prevaleciente. En tanto festejo popular, tal como sucede en el Carnaval, la Marcha del Orgullo propone por un momento, una transgresión de las normas sociales establecidas. Establece un tiempo especial diferenciado del cotidiano.
Durante este tiempo, las personas participantes tienen la oportunidad de expresarse de manera auténtica, desafiando las restricciones impuestas en la vida diaria
Tal como sucede en los festejos populares, la celebración y visibilidad durante la Marcha pueden justificar el exceso al empoderar a la comunidad LGTTTBQI+ y reafirmar su identidad. Desafía las normas de género y orientación sexual, promoviendo una expresión libre y abierta de la diversidad. Simultáneamente contribuye a la cohesión social dentro del colectivo y es un medio para generar conciencia, movilizar a la sociedad y buscar cambios significativos en su percepción y en las políticas que afectan a las personas LGTTTBQI+.
Al desmantelar estereotipos y fomentar la aceptación, la marcha se convierte en un espacio donde se teje una narrativa alternativa, promoviendo la diversidad y la igualdad.
El encuentro subrayó que la sensibilización y educación sexual integral son herramientas cruciales en este proceso decidido a cambiar las percepciones y crear entornos más inclusivos.
Como futuras gestoras culturales este momento significó un estímulo positivo, pues nos proporcionó información fundamental y amplió los conocimientos sobre la problemática del colectivo LGTTTBQI+. La exposición de aspectos históricos y eventos relevantes en Argentina contribuyó a una comprensión más completa del desarrollo de la lucha por sus derechos y reconocimiento. Fue muy importante, además, para contextualizar los desafíos que enfrenta la comunidad LGTTTBQI+ en nuestro territorio patagónico.
A partir de los conocimientos adquiridos, el encuentro nos permitió proponernos incorporar conscientemente a este colectivo en nuestra agenda de trabajo, ya sea mediante la selección de artistas, la temática de eventos o la inclusión de proyectos culturales que representen la diversidad de la sociedad.
¿Qué puede la Gestión Cultural?
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Por primera vez en el país, un homosexual muestra su cara en un medio masivo. Es Carlos Jáuregui, 1984. Foto: Gentileza Pietro Salemme. Biblioteca LGTBI+ “Oscar Hermes Villordo”) |
Haber abordado esta problemática nos invitó a reflexionar sobre nuestra praxis profesional como gestoras culturales. Ella supone estar comprometidas con miradas e intervenciones inclusivas, interculturales, equitativas, de respeto mutuo y de reconocimiento de las diferencias.
Como gestoras culturales tenemos un compromiso con la sociedad, no podemos ignorar las problemáticas que suceden en relación a diversas áreas que involucran a la sociedad y en las cuales es necesario intervenir desde nuestros conocimientos y capacidades específicas. Generar espacios y propuestas que contemplen respetuosa e igualitariamente a los diferentes colectivos. Gestionar manifestaciones culturales en ámbitos públicos y privados que promuevan la participación comunitaria, desarrollando diversas estrategias de sensibilización y concientización. Este es nuestro aporte a la erradicación de la violencia contra las diversidades.
Somos conscientes que el trabajo nos involucra a nosotras mismas dejando, por ejemplo, de normalizar la violencia ejercida hacia el Colectivo LGBTTTIQA+. Sabemos que los derechos obtenidos significan un gran avance en las prácticas sociales, sin embargo, continúan arraigados prejuicios y estereotipos que sustentan la discriminación. Mediante nuestro rol de gestoras culturales, a través de acciones contrahegemónicas de carácter colectivo iremos erradicándolas.
Bibliografía
Colombres, A. 2012. Nuevo manual del Promotor Cultural I. Buenos Aires, Fondo Cultural del ALBA S.A.
García Canclini, N. 1997. Ideología, cultura y poder. Buenos Aires, Oficina de Publicaciones del CBC, Universidad de Buenos Aires.
Gramsci, A. 2004. Antología. Buenos Aires, Siglo XXI Editores.
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